30 de junio de 2021

“Me cortaron las piernas”: el recuerdo de Adrián Paenza

Se cumplen hoy 27 años de la célebre entrevista en la cual, tras su descalificación en el Mundial de Estados Unidos de 1994, Diego Maradona le dijo a Adrián Paenza: “Me cortaron las piernas”.

Hace tres años entrevisté a Paenza, en un bar de Buenos Aires, y le pregunté por aquel episodio. Lo primero que me respondió fue: “Hay una nota que me hizo Enrique Vázquez, la podés buscar, está en YouTube, yo ahí cuento todo, si no me va a llevar una hora…” Sin embargo, llevado por su propio relato —y sin ninguna insistencia de mi parte— me lo terminó contando (y le llevó menos de una hora, y yo nunca encontré en YouTube esa nota de Enrique Vázquez).

Hace algunas semanas, Paenza contó algunos pormenores en otra entrevista. Pero ya que también hace muy poco la revista Jot Down publicó un perfil que escribí sobre él, ahora, como una especie de complemento, reproduzco a continuación ese pasaje de mi charla con él, inédito hasta ahora.


—Aquella entrevista es un episodio histórico a nivel del periodismo deportivo argentino. La vio todo el mundo, lloramos con ustedes del otro lado de la pantalla. ¿Cómo la recordás?

—Sí, fue muy importante, por supuesto. Por el lado de Diego, pero también para mí, porque en ese momento yo aprendí algo muy importante. Cuando terminamos la nota volvimos al hotel, y estábamos sentados en el auto Tití (Fernández), Alejandro Fabbri, Juan Cruz Ávila, creo que también estaba Gustavo Rodero, el cameraman, y yo. Y estábamos todos mal. Es curioso. No me acuerdo quién estaba al volante, me parece que Juan Cruz, y les dije: “Es curioso, qué interesante cómo esto ha puesto la tabla de valores en el lugar que corresponde, porque nunca más en la vida vamos a hacer una nota como esta, nunca más va a pasar. Podrá ser igual, pero lo dudo”. Habíamos hecho muy posiblemente la mejor nota de todas nuestras vidas, y sin embargo estábamos todos mal. Estábamos mal porque todos teníamos un amigo… Yo estaba en ese momento muy cerca de él, de Diego. Bueno, lo sigo estando, pero no nos vemos. Yo hubiera preferido no hacer la nota, de haber podido elegir.

—Que eso no pasara.

—Claro. Y eso también en alguna forma creo que fue importante para entender el valor. Está todo bárbaro con la profesión, pero uno no trata con objetos. Todo lo que rodeó el momento. El lugar en el que eso eso sucedió era un hotel en Dallas, donde yo no sé por qué me lo imagino, porque no sé si es cierto esto que te voy a decir, pero yo me imagino un hotel como si fuera un cilindro grande, y abajo parecía un aeropuerto, faltaba que salieran los aviones de ahí porque había tanta gente. Y estaba… ¿cómo se llamaba el agente de él? ¿Marti?

—Franchi. Marcos Franchi.

—Franchi. Él me llamó por teléfono desde la habitación de Diego. Pero yo no podía subir, no podía pasar, había un cordón policial y todo. Y entonces me dice: bueno, yo te voy a ir a buscar. Así pasamos. Lo recuerdo como un momento muy particular de mi vida, porque pasamos por todo eso, subimos al ascensor, que también estaba custodiado. Cuando llegamos al piso, que tenía tomada toda la delegación argentina, también había policías. No sé por qué me parece como si fuera también un buffet, como si hubiera jamón y queso. No sé por qué me imagino eso. Me parece que había café, té, había algo como si alguien estuviera por tomar un desayuno. Llegamos, y cuando Marcos abrió la puerta estaba su hijo tirado en la cama, una cama de dos plazas. La habitación estaba en penumbras, y estaba el chico ahí, tendría ocho o nueve años, acostado boca abajo, y Diego estaba sentado en un sofá para una sola persona en posición de Buda. Cuando me vio, se levantó del sofá y vino corriendo, me abrazó y empezó a llorar. Siempre pensé que si se le hubiera muerto una hija no habría llorado tanto como lloraba en ese momento. Él me decía: “Adri, vos sabés que esto no es cierto, vos sabés que yo no lo hice”. Él quería… como si yo hubiera podido hacer algo, pero yo no podía hacer nada. Y estuvimos así, él sentado ahí en el sillón, yo en el borde de la cama, teniéndole los brazos. En un momento determinado se abre la puerta y entra (Julio) Grondona. Yo estaba mal con Grondona, ya de antes, y me dijo: “Qué hacés vos acá”. Entonces Diego se levantó y dijo: “Yo no formo más parte de la delegación argentina, porque ustedes me echaron, así que él es amigo mío y se queda acá”. Claro, Grondona quería hablar con él, pero no quería hablar delante de mí. Entonces digo: “Mirá, yo me voy a ir”. Me dice: “No, no, vos no te vayas”. Le digo: “Yo me voy a ir, voy a bajar”. Bueno, me fui a la habitación de Marcos Franchi. Con el hijo. Estuvimos esperando. Después él bajó a esa habitación. Gustavo Rodero, que era el director de cámaras y también era muy amigo de él, empezaba a organizar las cosas y yo le digo: “Gustavo, por favor, no importa ahora el plano, la luz, qué sé yo”.

Yo tampoco me podría adjudicar… Diego dijo “me cortaron las piernas”, pero no dependía de ninguna pregunta que yo le hubiera hecho. Cualquier persona que hubiera estado ahí, siendo argentino, y con un mínimo de sensibilidad elemental, hubiera conseguido la misma respuesta. De todo lo que pasó, yo me tengo que quedar con cero crédito. Te vuelvo a decir: ninguna persona argentina que hubiera estado ahí hubiera hecho algo distinto. Y él dijo lo que le hubiera dicho a cualquiera, lo que estaba en la cabeza de él. Tampoco es que logré entrar porque vencí a la policía. O sea, todo lo que pasó fue una prebenda producto de la relación que teníamos. Tampoco yo voy caminando por la calle siempre con un cameraman, “mirá, justo pasaba por acá…” Pasó lo que pasó porque estaba todo arreglado para que pasara. Yo tenía un convenio, pero él podía haber ignorado ese convenio.[*] Lo hizo porque además quería darle un mensaje a la gente. Diego, como cada uno de nosotros, tiene muchas miserias y muchas cosas, pero es una persona muy particular. Es un tipo con muchas lealtades. Es muy generoso con eso, es muy respetuoso del otro en ese sentido, y cuando hay que estar del lado del poder o del otro lado, él claramente siempre está del otro lado. Bueno, siempre: por lo menos tan siempre como yo sería capaz. Porque ¿quién dice que yo estoy siempre en el lugar que corresponde? Pero siempre que yo vi que tuvo que optar, me parece que él optó por el lugar por el que también yo hubiera optado.

Él en ese momento quería dar su mensaje, y eligió personas con las cuales se sintiera… Está claro que no lo hubiera hecho con cualquiera. Quiero decir, no era solamente conmigo, pero él necesitaba a alguien… Veníamos de una situación de mucha tensión, de mucha tensión personal, de una emoción muy fuerte. La mejor comparación que se me ocurre decirte es que yo sentí en ese momento como si se le hubieran muerto Dalma o Gianinna. Yo a él lo trataba mucho, desde que era muy chico, entonces entendía bien que era un momento muy particular con cualquier persona, no sólo con él.

Al final terminé contándote todo, aunque con algunos matices que me olvido… Estoy tratando de no distorsionar la historia, porque a medida que va pasando el tiempo… Hace relativamente poco vi un cachito de la entrevista de hace muchos años con Enrique Vázquez, que pusieron en YouTube, y entonces pensé: qué suerte que lo dejé grabado, que hay un registro, porque, si no, a medida que va pasando el tiempo, entre que me puedo olvidar y que puedo empezar a distorsionar los hechos para acomodarlos, para que sean más dramáticos… Eso también es una cosa interesante para pensar. Cuando uno recuerda algo, ¿qué recuerda: lo que pasó o lo que dijo que pasó? Y a medida que va pasando el tiempo: uno contó alguna vez una versión del episodio, y después, ¿cómo sabemos que cuando uno lo repite recuerda…? Yo muchas veces les pregunto a mis amigos: ¿vos tenés algún recuerdo de algo que nunca hayas contado, que no tenga ningún estadío intermedio? Uno no se acuerda de todos los días de la vida: se acuerda de ciertos episodios puntuales. Entonces, si te impactó tanto como para recordarlo, en el momento, en tu entorno, está claro que lo contás. Si alguien entrara ahora y sacara un revólver, sería un episodio para contar…

— Y lo contaríamos varias veces…

— Y lo contaríamos.

* * *

[*] “Maradona tenía firmado un contrato de exclusividad con Torneos y Competencias (…) Una de las condiciones que había puesto Maradona para que Torneos lo siguiera en cada entrenamiento y se quedara con imágenes exclusivas era que el cronista asignado fuera Paenza, con quien tenía una relación de amistad y confianza”. Andrés Burgo y Alejandro Wall, El último Maradona: Cuando a Diego le cortaron las piernas (Buenos Aires, Aguilar, 2014).